Al abrir un vídeo en la red, entrar a una transmisión en directo, o ver una película en el cine, se perciben imágenes estáticas en transiciones muy rápidas, lo que ojo humano termina percibiendo como fluides o movimiento.
Nuestro cerebro es capaz de procesar entre 10 y 12 imágenes separadas por segundo, pero si esa cantidad se incrementa cualquier persona podrá comenzar a percibir movimiento en imágenes que realmente son estáticas, son cuadros o fotogramas. Sería válido es este punto ilustrar con un ejemplo cinematrográfico no muy antiguo, con las cintas de fotogramas pasando a una constante velocidad por el proyector que terminaba iluminando la pantalla frente a los espectadores.
Pues esa misma relación sigue vigente, ahora con mucha más tecnología de por medio que lleva a la frecuencia a niveles de hasta 120 FPS x segundo, una auténtica revolución, al menos en la industria de los videojuegos.
Pero en lo que respecta al cine digital, la producción de vídeos para la web y el live streaming los FPS suelen nivelarse más abajo, entorno a los 24 FPS y 30 FPS, digamos que es un umbral que ha sido efectivo para lograr nitidez y calidad de imágen en movimiento y sin perder detalles en cada cuadro.
Es por ello que esta frecuencia es sumamente relevante a la hora de producir vídeos y hacer directos de calidad, incluso confirmando la configuración del dispositivo que se usará antes de comenzar la captura de imágenes y asegurándose que grabará en unos 30 FPS , 29.97 FPS, 25 o 24 FPS según sea el destino que daremos al contenido.
Hay que tener en cuenta que, una vez grabado los videos, si es el caso, la edición y renderización debe producirse en la misma frecuencia de FPS con el que fue grabado para no perder calidad durante la proyección.